No tienes que ser una persona de gatos para sentir que tu corazón se calienta al ver a un gatito de ojos grandes y nariz pequeña tropezando por el suelo. Cuando te enfrentes a un gatito bebé, es posible que sientas la necesidad de recogerlo y abrazarlo durante el resto del día. Esta reacción no se limita a los felinos, los cachorros e incluso algunos animales adultos desencadenan estos mismos instintos de acurrucarse. Si este sentimiento le suena familiar, significa que su cerebro está haciendo lo que evolucionó para preservar la especie humana.
Este episodio de la serie de videos de National Geographic We’re Wired That Way describe lo que está pasando en tu cabeza cuando ves algo lindo. Los rasgos faciales de la mayoría de los mamíferos jóvenes caen en la misma configuración: ojos grandes y redondos, y narices, bocas y barbillas pequeñas. Esto se llama kinderschema, y los humanos están diseñados para encontrarlo adorable porque se puede encontrar en nuestros propios bebés. Cuando vemos una cara típica de bebé, activa nuestros instintos para nutrir y proteger, al tiempo que libera la dopamina química para sentirnos bien para recompensarnos por hacerlo. De esa manera, nos sentimos impulsados a mantener seguros a los bebés, incluso si no son nuestros, aumentando así sus posibilidades de supervivencia y la supervivencia de nuestra especie.
Debido a que el kinderschema no se limita a la raza humana, también sentimos esta respuesta cuando miramos animales bebés no humanos. Algunos mamíferos, como los gatos y los conejillos de indias, conservan su kinderschema hasta la edad adulta. Así que la próxima vez que sueltes un chirrido involuntario al ver a tu mascota, recuerda que tienes la culpa de la biología.