El sentido vestibular contribuye a nuestra capacidad de mantener el equilibrio y la postura corporal. Como se muestra en la figura, los órganos sensoriales principales (utrículo, saco y los tres canales semicirculares) de este sistema se encuentran junto a la cóclea en el oído interno. Los órganos vestibulares están llenos de líquido y tienen células ciliadas, similares a las que se encuentran en el sistema auditivo, que responden al movimiento de la cabeza y a las fuerzas gravitacionales. Cuando se estimulan estas células ciliadas, envían señales al cerebro a través del nervio vestibular. Aunque es posible que no seamos conscientes de la información sensorial de nuestro sistema vestibular en circunstancias normales, su importancia es evidente cuando experimentamos mareos o mareos relacionados con infecciones del oído interno (Khan & Chang, 2013).
Además de mantener el equilibrio, el sistema vestibular recopila información crítica para controlar el movimiento y los reflejos que mueven varias partes de nuestro cuerpo para compensar los cambios en la posición del cuerpo. Por lo tanto, tanto la propiocepción (percepción de la posición del cuerpo) como la cinestesia (percepción del movimiento del cuerpo a través del espacio) interactúan con la información proporcionada por el sistema vestibular.
Estos sistemas sensoriales también recopilan información de receptores que responden al estiramiento y la tensión en músculos, articulaciones, piel y tendones (Lackner & DiZio, 2005; Proske, 2006; Proske & Gandevia, 2012). La información propioceptiva y cinestésica viaja al cerebro a través de la columna vertebral. Varias regiones corticales, además del cerebelo, reciben y envían información a los órganos sensoriales de los sistemas propioceptivo y cinestésico.